La actividad empresarial conlleva dificultades: clientes insatisfechos, trabajadores que no rinden como se esperaba, proveedores inadecuados, errores de producción… La función del líder consiste en conocer esos fallos y trabajar para que no se repitan. Y en este desempeño es normal tener que pedir explicaciones. Para ello, los líderes deben…
Dar el primer paso. Jamás se puede mirar para otro lado, confiar en que las cosas se arreglarán por sí solas o retrasar una conversación. Hasta los líderes más expertos pueden estresarse al tratar con algunas personas o negociar determinados asuntos, pero cuando hay que hablar, nunca conviene demorarlo. En ocasiones, si la situación acaba de producirse y existe mucha tensión, basta con anunciar: "Tenemos que hablar. ¿Te parece que nos reunamos mañana a las cuatro?" o "Voy a mirar mi agenda y fijamos una reunión en esta semana". Y además de programar el momento, hay que elegir el lugar adecuado.
Informarnos. Tenemos que reunir datos sobre lo que ha ocurrido, y de varias fuentes.
Preparar la conversación. Analicemos qué queremos conseguir, o sea, cuál es el objeto de la reunión: un cambio de actitud, de protocolo, de tiempos…
Anticiparnos. Tratemos de prever qué va a decir nuestro interlocutor y también, por supuesto, intentemos ponernos en su lugar.
Redactar las soluciones. Si ya conocemos el problema, debemos llevar a la reunión nuestra propuesta de posibles soluciones.
Recibir a nuestro colaborador. No hay que estar tensos ni a la defensiva, ni mucho menos parecer un ogro. Lo más sensato es adoptar una actitud neutra, mirar a nuestro colaborador a la cara, sin temor y sin atemorizarle, con una actitud de diálogo sincero.
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