Las corporaciones no pueden depender de una sola persona, por eso es importante guiar la empresa con responsabilidad y aprender a delegar.
Hay un ejemplo que me gusta poner cuando hablo de liderazgo, y es sobre esos padres que no esperan a que sus hijos hagan algunas tareas por sí mismos, sino que se ocupan ellos porque, dicen, así tardan menos. "Te visto yo, porque tú lo haces mal"; "te doy de comer a la boca, porque así acabamos antes"… Con esto consiguen que los niños retrasen el aprendizaje, que renuncien a esforzarse, que no experimenten la satisfacción de conseguir algo por sí mismos, que no aprendan a tomar decisiones ni a resolver problemas; en definitiva, que no asuman responsabilidades.
En el mundo empresarial ocurre lo mismo. Los líderes que no tienen tiempo para nada, que todo lo controlan, que se sienten desbordados y parecen insustituibles, quizá estén confundiendo liderazgo con acumulación de poder.
Una situación de estrés puede ocurrir durante un tiempo, mientras se forma un equipo o hasta que se contrata a la persona adecuada, pero de ninguna manera debe prolongarse en el tiempo. A la larga, los líderes que no delegan ponen en peligro la empresa, porque a fuerza de acumular todo el saber y el poder, si ellos faltaran, serían muy difíciles de sustituir. Y un buen líder no piensa en sus propios intereses, sino en los de su corporación.
Jennifer Dulski, jefa de grupos y comunidad de Facebook, dice que, a la hora de tomar decisiones, los jefes deben adoptar la regla del 90/10; esto es, ellos se ocupan solo del 10%, porque del 90 % restante puede y debe hacerse cargo su equipo.