Francisco, que sufría una enfermedad pulmonar crónica y a quien se extirpó parte de un pulmón en su juventud, fue admitido en el hospital Gemelli de Roma el 14 de febrero de 2025 por una crisis respiratoria que derivó en una neumonía bilateral. Pasó 38 días ingresado, la hospitalización más larga de sus 12 años de papado.
El poco conocido cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, elegido el 13 de marzo de 2013 tras la renuncia de Benedicto XVI, fue el primer jesuita en asumir el pontificado, el primer Papa originario de América Latina y el primero en elegir el nombre de Francisco sin un numeral, en homenaje a San Francisco de Asís, el santo de los pobres. Durante sus años en la Santa Sede, Francisco denunció continuamente la pobreza, el neoliberalismo, la corrupción y la exclusión.

Pero el Papa Francisco fue el primero en muchas otras cosas. El primero en ser elegido con su predecesor aún vivo, el primero en residir fuera del Palacio Apostólico, el primero en visitar tierras nunca antes tocadas por un Pontífice -desde Irak hasta Córcega-, el primero en firmar una Declaración de Fraternidad con una de las principales autoridades islámicas.
También fue el primer Papa en dotarse de un Consejo de Cardenales para gobernar la Iglesia, en asignar funciones de responsabilidad a las mujeres y a los laicos en la Curia, en lanzar un Sínodo que implicaba por primera vez al Pueblo de Dios, en abolir el secreto pontificio para los casos de abusos sexuales y en suprimir la pena de muerte del Catecismo.
Primero, una vez más, en dirigir la Iglesia mientras en el mundo no hace estragos “una” guerra, sino muchas guerras, pequeñas y grandes, libradas “a pedazos” en los distintos continentes. Una guerra que “siempre es una derrota”, como repitió en los más de 300 llamados, incluso cuando le faltaba la voz, que ocuparon todos los últimos pronunciamientos públicos desde el estallido de la violencia tanto en Ucrania como en Medio Oriente.