Desde hace poco menos de un mes una gran ola migratorio está afectando las fronteras de Estados Unidos. Lo que en un principio se creía era una llegada masiva de mexicanos rapidamente descartó cuando se supo que los que llegaban eran hondureños.
Este grupo de personas salieron de la ciudad de San Pedro Sula, a 180 km al norte de Tegucigalpa en Honduras, tras una convocatoria publicada en redes sociales que apunta a migrar a Estados Unidos. Se estima que más de 4.000 atendieron el llamado y en los siguientes días atravesaron Guatemala caminando y subiendo a cualquier vehículo que detuviera la marcha.
Sin embargo, este no es un ehcho aislado ya que a fines de marzo de este año, una caravana compuesta en su mayoría por hondureños fue debilitándose a su paso por México y apenas una fracción de los cientos que iniciaron la marcha llegó a la frontera con Estados Unidos.
Decenas de niños y bebés ocupan la primera línea de la larga columna de migrantes en la que hay desde agricultores, panaderos y algunos profesionales hasta amas de casa y estudiantes. Las personas huyen de la pobreza y la violencia en su país.
Con una tasa de homicidios de 43 por cada 100.000 habitantes, Honduras es considerado como uno de los países más violentos del mundo principalmente por la operación de las pandillas y la incursión del narcotráfico, una situación que impera también en Guatemala y El Salvador.
Además, el 68% de los nueve millones de habitantes en Honduras vive en condiciones de pobreza. La mayoría culpa al presidente hondureño, Juan Orlando Hernández, de no acabar con los problemas sociales. Se escapa “de la violencia, de los altos costos de la canasta básica de nuestro país, del alto costo de la energía y de los altos costos del agua”, dijo uno de los organizadores de la caravana en la frontera con México.