Uno de los principales depredadores de nuestra creatividad es el miedo al ridículo. Tras el temor a ser objeto de burlas, se esconde una profunda inseguridad que puede hacernos desistir de sueños y anhelos.
¿Hasta qué punto es sano preocuparnos y protegernos de lo que el "huracán de presión social" dice que es hacer el ridículo? ¿Cuál es esa delgada línea en la que comenzamos a ser como otros quieren que seamos y aniquilamos nuestra autenticidad?
La catagelofobia es el miedo a hacer el ridículo, que incluso puede convertirse en miedo a la risa. Y siempre debemos cuidarnos de las personas que no ríen.
Por ejemplo, el profesor y psicólogo de la Universidad de Zürich, Willibald Ruch, realizó un experimento en el que hizo que un grupo de personas escucharan las grabaciones de tres tipos de risas: una amistosa, una nerviosa y una malévola, para luego pedir a los participantes que catalogaran cada sonido.
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